viernes, 5 de abril de 2019

"Mal don" una novela de Sivina Bullrich

La autora

En esta interesante novela, SILVINA BULLRICH ( 1915  -  1990  ) Escritora argentina , además  traductora, periodista y guionista de cine. Nació y creció en un ambiente privilegiado y pudo realizar frecuentes viajes a París. Se nutrió de las obras de Zola, Balzac, Flaubert y fue seguidora de Simone de Beauvoir. Fue profesora de literatura francesa en la universidad de La Plata. Tradujo obras del francés al español. Y escribió en francés  la obra teatral Les Ombres.
Fue amiga de Manuel Mujica Láinez quien la llevó al círculo de Adolfo Bioy Casares, Estela Canto y Jorge Luis Borges junto a quien trabajó en una selección de textos que se llamó El Compadrito.
En 1961 obtuvo el primer premio Municipal por Un momento muy largo y El hechicero. En 1972 el segundo premio Nacional a la prosa imaginativa del trienio 1969-1971
Durante años encabezó la lista de Best Sellers (Los burgueses, editado por la Editorial Sudamericana vendió sesenta mil ejemplares)
Otras obras: Bodas de cristal (1951), Teléfono ocupado (1956) Mañana digo basta (1958) Los salvadores de la patria (1965) La creciente (1967) Será Justicia (1976)




"MAL DON"es un libro lleno de pasión y de impotencia ante la injusticia. Una historia que atrapa el interés del lector, siguiendo la evolución de las vidas de tres jóvenes provenientes de un pueblo de la costa, que debiendo alternar cada temporada con los veraneantes y sus hijos, también adolescentes, se las ingeniarán para entrar en aquel mundo citadino que desconocían.  Después los chicos de Mal don, ficticio nombre del lugar, accederán  mediante distintos recursos a la vida en la ciudad, donde irán desentrañando los secretos de esa otra sociedad.



Fragmentos:


1

Abuela que años atrás había cuidado muchos chalets e incluso antes de que yo naciera había vivido en uno de ellos junto con abuelo que era jardinero, había ido quedándose con cinco o seis, los que pertenecían a sus veraneantes predilectos pues como toda la gente de Mal don necesitaba para trabajar una corriente de simpatía: el dinero solo no nos bastó nunca: esa clase de altivez selectiva es la que hizo de nosotros un pueblo pobre pero siempre me enorgulleceré de descender de gente que pese a su pobreza sólo en segundo lugar buscaba ganarse la vida. La calidad humana, el contacto anímico eran las condiciones que regían sus actos.

Aquel verano de mis catorce años yo había comenzado a trabajar no solo por ayudar sino porque por primera vez en veinte o treinta años habían entrado ladrones en uno de los chalets que cuidaba abuela. Hasta entonces parecía que una tácita complicidad había alejado de ellos a los rateros quizá por no comprometerla a ella muy querida en el pueblo. Pero hasta los pueblos chicos crecen, aparece gente nueva y la solidaridad se esfuma como en las grandes ciudades.

Al enterarse de lo ocurrido abuela sufrió como si hubieran robado en casa. En vano los dueños trataron de tranquilizarla, la querían y no desconfiaban de ella pero los amigos de tío Ramón no inspiraban demasiada confianza a la policía y como había que hacer la denuncia para que pagara la Compañía de Seguros, ella fue llamada a declarar. La acompañé a la comisaría. Nos dejaron un rato largo de pie; los agentes iban y venían sin dirigirnos la palabra, sin mirarnos, como si fuéramos transparentes. Por fin nos llamaron y siempre nosotros de pie y ellos sentados comenzaron a interrogarnos. Ella temblaba como una hoja. Explicaba que no vivía allí, que solo iba una vez por semana…

……………………………………….
2
Ni Diego ni Tommy observaban que los señores partían los domingos a la noche, llegaban os viernes, muchos de ellos solo semana por medio, otros el sábado, y que sin duda el clima debía ser insoportable en todas esas ciudades de las que las familias, huían aterrorizadas como ante una peste o una invasión. Cuando leían en los diarios que la temperatura había alcanzado los treinta y nueve grados lo repetían con fruición como cuando uno lee junto al fuego o bien arropado en su cama la historia de un chico perdido en la nieve. Pero dado que todos tenemos esos reflejos, ¿por qué hablar tanto de injusticia social cuando en verdad parte de infinidad de otras cosas que no se definir, como el hecho de haber nacido, como la tendencia a desearle el mal al prójimo, de alegrarse ante una desgracia, amontonarse alrededor de las víctimas de un accidente, presentarse a concursos para ganar lo que equivale a que pierdan los otros y hasta a mover influencias aunque sepamos que alguien lo merece más o, para ser exacta, justamente cuando sabemos que alguien lo merece más? Y aparte de la pobreza, la salud, la belleza, el carácter son cosas que nos son dadas por la naturaleza en forma injusta, o quitadas con la misma injusticia con que nos privan de dinero.
Lo cierto es que cuando a los diecisiete años empecé a salir con las chicas de los veraneantes me parecieron mas despiertas que los muchachos. No quiero jactarme pero o era la más despabilada, cosa natural dado mi género de vida, mi obligación de portarme como una "mujercita" desde muy chica. Para  Diego, mamá, abuela y tía eran tres santas víctimas de los veraneantes. Yo sabía que no lo pasaban mal, las oía comentar con interés las noticias de la radio y en cuanto pudimos tener televisión, el año pasado pues antes no existía, la compraron y se divertían en grande; lo único que como a todas las mujeres de Mal don las mortificaba hondamente era que las señoras de los veraneantes quisieran enseñarles a cocinar; las demás tareas de la casa las hacían mecánicamente desde la infancia, como quien camina o respira, pero obedecer a un libro de cocina era para ellas una especie de ofensa gratuita.