viernes, 8 de diciembre de 2017

Marco Denevi (Minicuentos)

A la salida del Infierno


-Dante: Adiós, dulce maestro.
-Virgilio: ¡Cómo! ¿Y el Purgatorio? ¿Y el Paraíso?
-Dante: ¡Para qué! Quien conoció el Infierno ya no tiene ningún interés en el Purgatorio. Y respecto al Paraíso, sabe que es la ausencia de infierno.


Historia fantástica


Cuenta fray Jerónimo de Zúñiga, capellán de la prisión del Buen Socorro, en Toledo, que el 7 de junio de 1691 un marinero natural de las Indias Occidentales, de nombre Pablillo Tonctón o Tunctón, de raza negra, condenado al auto de fe por brujo y otros crímenes contra Dios, se evadió de la cárcel y de ser quemado vivo pidiendo a sus guardianes, tres días antes de marchar a la hoguera, una botella y los elementos necesarios para construir un barco en miniatura encerrado dentro del frasco. Los guardianes, aunque el tiempo de vida que le quedaba al reo era tan breve, accedieron a sus deseos. Al cabo de los tres días el diminuto navío estaba terminado en el interior del vidrio. La mañana señalada para la ejecución del auto de fe, cuando los del Santo Oficio entraron en la celda de Pablillo Tonctón, la encontraron vacía lo mismo que la botella. Otros condenados que aguardaban su turno de morir afirmaron que la noche anterior habían oído un ruido como de velas, chapoteo de remos y voces de mando.

Los animales en el arca


Sí, Noé cumplió la orden divina y embarcó en el arca un macho y una hembra de cada especie animal. Pero durante los cuarenta días y cuarenta noches del diluvio, ¿qué sucedió? Las bestias, ¿resistieron las tentaciones de la convivencia y del encierro forzoso? Los animales salvajes, las fieras de los bosques y de los desiertos, ¿se sometieron a las reglas de la urbanidad? La compañía, dentro del mismo barco, de las eternas víctimas y de los eternos victimarios, ¿no desataría ningún crimen? Estoy viendo al león, al oso y a la víbora mandar al otro mundo, de un zarpazo o de una mordedura, a un pobre animalito indefenso. ¿Y quiénes serían los más indefensos, sino los más hermosos? Porque los hermosos no tienen otra protección que su belleza. ¿De qué les serviría la belleza en un navío colmado de pasajeros de todas las clases, todos asustados y malhumorados, muchos de ellos asesinos profesionales, individuos de mal carácter y sujetos de avería? Solo se salvarían los de piel más dura, los de carne menos apetecible, los erizados de púas, de cuernos, de garras y de picos, los que alojan el veneno, los que se ocultan en la sombra, los más feos y los más fuertes. Cuando al cabo del diluvio Noé descendió a tierra, repobló el mundo con los sobrevivientes. Pero las criaturas más hermosas, las más delicadas y gratuitas, los puros lujos con que Dios, en la embriaguez de la Creación, había adornado el planeta, aquellas criaturas al lado de las cuales el pavorreal y la gacela son horribles mamarrachos y la liebre una fiera sanguinaria, ay, aquellas criaturas no descendieron del arca de Noé.

jueves, 19 de octubre de 2017

"El Puñal en la tumba" un cuento de Roberta Casal


Este cuento de Roberta Casal forma parte del libro "Arcoíris patagónico, siete autores de San Martín de los andes, cuentan"

Siguen tres fragmentos de este cuento:

"Detrás de la extensa hilera de álamos del cementerio rural con sus nichos blanqueados, panteones de mármol negro y cruces doradas donde el apellido escrito en el frente daba la ubicación d los restos familiares, todos por su nombre con fecha de nacimiento y muerte, y las tumbas primorosamente cubiertas de césped y flores, daban la vista de una postal."
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Había un sepulcro al que nadie visitaba. La cruz gastada por el tiempo y ladeada, dejaba ver el nombre de Eleuterio Galván y fechas ilegibles. decían que fue el primer occiso del lugar...
Sin césped ni flores el sepulcro lucía patético.
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"Esperaban el regreso del valiente cuando el tronar del segundo refusilo, asusto a la caballada. Un grito desgarrador cruzó el éter.
El fetichismo desalojó el poco valor latente y como el miedo no conoce límites, la disparada puso distancia a lo desconocido huyendo aterrados del ataque de las ánimas."
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De la autora podemos decir que ya ha participado en otras antologías, una de ellas es "Analogías" publicado en 2005. También publicó un libro de cuentos y poesías todos de su autoría , titulado "Desde el Corazón"(2012).-

En el prólogo de"Arcoíris" la escritora Graciela Vázquez Moure escribió: "Roberta, ya ha escrito su propio libro de cuentos y poemas. Largos años en los talleres y experiencias de antologías conjuntas. Pero siempre se aprende, siempre se avanza y eso se nota."

sábado, 14 de octubre de 2017

PROSA Y POESÍA DE MARICARMEN DELGADO EN "ARCOIRIS PATAGÓNICO"

                                       
Me desperté sobresaltada, serían las tres de la madrugada, no podía retomar el sueño y después de muchas vueltas me levanté. Todo era silencio, algún ladrido lejano quebraba la quietud de esa hora. Tuve el impulso irrefrenable y tomé mi cuaderno de notas.
¡Qué maravilloso me pareció poder volcar en versos mis sentimientos!
Saliron varios poemas y luego de la poética catarsis reflexioné largamente sobre mi irrenunciable vocación, estaba profundamente emocionada y feliz con el corazón abierto como un cofre.
Expresé en voz alta un deseo, casi un ruego: "Que nunca cicatrice esa incurable herida, dulce herida que tengo, de ser poeta".


NERUDA Y EL VOLCÁN

Se proyecta una sombra que ilmina,
brota del pensamiento la palabra
como un enjambre sísmico que bulle,
como un parto telúrico que brama.

Como un volcán que asola y desconcierta
al villano y al noble con su gesta;
como el hálito ardiente del verano
que a su paso consume la floresta.

Luego llega la paz que baña y calma,
que conmueve y enciende como apaga
el corazón con suave sentimiento.

El silencio se expande, se propaga,
se convierte,se funde, se amalgama,
y el verso dado a luz vuela en el viento.

                                                         
                

 La Sra. Maricarmen Delgado es autora de este soneto que forma parte del libro "Arcoiris patagónico- sietepoetas de San Martín de los Andes, cuentan".
También se incluyen otros títulos de narrativa salidos de su pluma: "Defensora de cronopios", "Fueaquella tarde", y "Momento creativo".

                                                                             En el prólogo que firma Graciela vázquez Moure, se lee: "Maricarmen, tinee un gran bagaje. Recorrió redacciones de revistas en su juventud y ess una gran creadora de haikus. Un nuevo libro con poesía japonesa coronó el año 2015 y este año su participción en esta antología de cuentos la entusiasma, aunque es su tercer libro compartido."



lunes, 9 de octubre de 2017

EL VIENTO... UN CUENTO DE JUANA ECHEVERRÍA


EL VIENTO QUE TRAEN LAS SIBILAS (Fragmentos)

A mis catorce años, declaro que el otoño es mi estación preferida. Me deleito observando el árbol que mi abuelo cuida con tanto esmero; hoy repleto de hojas doradas. El abedul añoso, de tronco robusto.
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Sabía que algo se venía ocultando en el pueblo. Un secreto del que nunca se hablaba delante de los menores, solo los grandes murmuraban, y cuando aparecíamos, callaban dejándonos con un profundo interrogante. Ya no somos menores y el deber de ellos es explicarnos a que se debe el terror que nos ronda.
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Es el viento que traen las brujas, todo lo trastocan, es su diversión.
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Definitivamente este viento trae el germen de la locura, me duermo y despierto. Todo es peor, coqueteo con la muerte, quiero salir a la calle y gritar hasta romper todos los vidrios del pueblo.
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Este cuento forma parte del libro "Arcoíris patagónico " en cuyo prólogo, Graciela Vázquez Moure ha escrito: "Cada escritor debe crear un mundo para sí mismo, grande o pequeño, en el que pueda creer honestamente, quizás en esto radica el secreto del arte.
Muchos llegan a la revelación, encuentran que tienen atesorado un talento que no había sido liberado, que estaba adentro, muy en el fondo de la conciencia, y entonces siguen escribiendo y ya no pueden parar.
Deciden que los personajes forman parte de sus vidas y que ellos muchas veces toman la rienda de esa realidad-ficción y se dan cuenta que además del placer de leer, han descubierto el placer de escribir.
Esto es lo que pasa con el estilo de Juana, ese realismo mágico que admiró siempre en García Márquez y que hoy forma parte de sus cuentos. Esos pueblos polvorientos de su querido Chile, aparecen en sus historias creando personajes con una libertad absoluta."
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Además de "El viento que traen las sibilas", en este libro figuran otros títulos de Juana Echeverría, ellos son: "Donde van a morir los malditos", "El protector", "Huída del paraíso", "Las tres Marías", "Impacto", "Soledad en la pradera" y "La división".

domingo, 17 de septiembre de 2017

BET JALA. Un pueblo perdido. Es un cuento de Olga Nazar

BET JALA. Un pueblo perdido. Es un cuento de Olga Nazar
"Hoy la imaginación me lleva a un lugar tan desconocido a la vista, pero no a mis sentidos. Desde pequeña aprendí a visualizar las palmeras datileras, los añosos olivos, los almibarados higos y ese clima cálido y seco que hacía madurar los damascos más dulces del universo. Esto me lo contó mi padre quien había dejado su país a los catorce años, agobiado por la terrible guerra que aun hoy continúa. Él nació en Palestina, ahora Israel, en un pueblo llamado Bet Jala, en el cual quedaron sus padres y hermanos con una ilusión, esa que hacía presuponer que quizás algún día pudieran reunirse con él en este paraíso llamado Argentina."
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"Ahora sólo queda en mi imaginación soñar con esos mundos poblados de desiertos, pero ya no con la temática de la guerra, sino todo lo contrario; ver esas dunas, poder deslizarme en sus arabescas formas, cubrir mi cuerpo con esas arenas finas color gris y quizás bajo una palmera visualizar la imagen del abuelo."
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 Los textos anteriores son  fragmentos del cuento "Bet Jala. Un pueblo perdido", escrito por Olga Nazar y que forma parte del libro "ARCOIRIS  PATAGÓNICO" originado en el Taller Literario 2016 que coordina la escritora y periodista Graciela Vázquez Moure. 



Acerca de Olga Nazar, una de las seis escritoras que han aportado sus cuentos a "Arcoíris Patagónico", se lee en el prólogo escrito por Graciela: "Olga, una contadora de historias. Muchas de ellas han sido parte de su realidad, pero siempre logra ese condimento de ficción, los personajes son ajenos a ella y la emoción  de sus temáticas tiene mucho que ver con sus vivencias personales. Nunca había escrito y tímidamente descubrió ese espejo que agranda la realidad que se despega de ella convirtiéndose en ficción."

jueves, 24 de agosto de 2017

" EL BASTÓN DE LACA" (J.L.Borges)

En el aniversario de su nacimiento (24 de agosto de 1899)





UN TEXTO EN PROSA DEL ESCRITOR JORGE LUIS BORGES:

EL BASTÓN DE LACA

María Codama lo descubrió. Pese a su autoridad  a su firmeza, es curiosamente liviano. Quienes lo ven lo advierten; quienes lo advierten lo recuerdan.
Lo miro. Siento que es una parte de aquel imperio, infinito en el tiempo, que erigió su muralla para construir un recinto mágico.
Lo miro. Pienso en aquel Chuang Tzu que soñó que era una mariposa y que no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.
Lo miro. Pienso en el artesano que trabajó el bambú y lo dobló para que mi mano derecha pudiera calzar bien en el puño.
No se si vive aun o si ha muerto.
No se si es taoísta o budista o si interroga el libro de los sesenta y cuatro hexagramas.
No nos veremos nunca.
Está perdido entre novecientos treinta millones.
Algo, sin embargo, nos ata. 
No es imposible que alguien haya premeditado este vínculo.
No es imposible que el universo necesite este vínculo.

 Y UNA POESÍA

EL GRABADO

¿Por qué al hacer girar la cerradura,      
vuelve a mis ojos con asombro antiguo
el grabado de un tártaro que enlaza
desde el caballo un lobo de la estepa?
La fiera se revuelve eternamente.
El jinete la mira. La memoria 
me concede esta lámina de un libro
cuyo color y cuyo idioma ignoro.
Muchos años hará que no la veo.
A veces me da miedo la memoria.
En sus cóncavas grutas y palacios
(dijo San Agustín) hay tantas cosas.
El infierno y el cielo están en ella.
Para el primero basta lo que encierra
el más común y tenue de tus días
y cualquier pesadilla de tu noche;
para el otro, el amor de los que aman,
la frescura del agua en la garganta
de la sed, la razón y su ejercicio,
la tersura del ébano invariable
o -luna y sombra- el oro de Virgilio.
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lunes, 31 de julio de 2017

Aniversario de la desaparición de Antoine de Saint Exupéry




Amante de la Aviación, y por ello fue  piloto  además de periodista y escritor. El autor de "Le petit prince" originalmente en francés, su  lengua  o  "El Principito" , en nuestro idioma; también autor de otros libros como "Tierra de hombres", "Piloto de Guerra " y "Vuelo nocturno".  El 31 de julio de 1944, mientras realizaba vuelos de reconocimiento fotográfico , él y su avión desaparecieron en Europa, zonas aéreas de Cerdeña y Córcega.   




El zorro y el principito dos personajes de su inmortal obra.




¿Qué significa domesticar? Había preguntado el principito.
- Es algo que se ha olvidado -dijo el zorro-.Significa crear vínculos.
-¿Crear vínculos? 
-Eso es-dijo el zorro-. Para mí, eres como cualquier muchachito parecido a otros cien mil y no te necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí, porque no soy sino un zorro igual a otros cien mil. Pero si tú me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Tú serás para mi único en el mundo y yo seré único en el mundo pata ti.
-Empiezo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor...Yo creo que ella me domesticó.

Observación: Con la flor, el personaje se refiere a la  rosa que cultivaba en su hábitat, el asteroide B612, en la imaginación de Saint de Exupéry. Y he leído en alguna parte que la rosa, para el autor,  simboliza a la mujer.



jueves, 13 de julio de 2017

SAINT EXUPÉRY, PERIODISTA


“UN SENTIDO DE LA VIDA” es un libro conformado por textos de Antoine de Saint Exupéry, los que  fueron compilados por el esfuerzo de Claude Reynal. Se inicia con un relato bajo el título “El aviador” y siguen artículos escritos por el autor de “El principito” para diarios franceses: unos sobre Rusia y otros sobre la guerra civil española, lugares a donde viajó como cronista.
Lo que sigue es un fragmento del capítulo titulado "MOSCÚ" del libro antes mencionado. El libro fue editado en nuestro país por editorial Troquel, la primera en 1960 y posteriores ediciones en 1962,1964 y 1966.-

HACIA LA U.R.R.S. (1)
DE NOCHE, EN UN TREN , DONDE EN MEDIO DE MINEROS POLACOS REPATRIADOS, MOZART NIÑO DORMÍA… LOS PRINCIPITOS DE LEYENDAS EN NADA SE DIFERENCIABAN DE ÉL.
El otro día describí el 1 de mayo en las calles de Moscú a donde había llegado la víspera. Cedí de ese modo a la actualidad. Pero antes debía haber contado mi viaje. El viaje esalgo así como un prefacio que prepara a comprender un país.

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Es media noche y, tendido en mi camarote, bajo la pálida luz de la lamparilla, me dejo llevar. Los ejes se entrechocan. A través de los cobres y las maderas recibo el mensaje  de esos latidos arteriales. Algo, afuera, corre. La calidad del sonido varía. Un puente o un muro raspa contra nosotros; pero una estación con sus amplias calzadas produce el silencio como un lecho de arena. Y no sé nada más.

Cientos de viajeros duermen en los coches, dejándose llevar con la misma facilidad que yo. ¿Sienten la misma inquietud que yo siento? Quizá no logre lo que busco. No creo en lo pintoresco. Puede que haya viajado demasiado como para no conocer cuánto engaña. Si un espectáculo nos entretiene, y nos intriga, es porque lo juzgamos aun desde el punto de vista del extranjero. Porque no comprendemos su esencia. Pues lo esencial de una costumbre, de un rito, de una regla de juego, es el sabor que dan a la vida, es el sentido de la vida que crean.

………………………

A eso de la una de la mañana recorrí el tren en toda su longitud. Los coches dormitorios estaban vacíos. Los coches de primera estaban vacíos. Me recordaban esos hoteles de lujo de la Riviera, que se abrían todo un invierno para algún único cliente, último representante de una fauna extinguida. Señal de tiempos amargos.

Pero los coches de tercera albergaban centenares de mineros polacos despedidos, que regresaban a su Polonia. Y yo avanzaba por los corredores pasando por encima de sus cuerpos. Me detenía para mirar. En esos vagones sin división que se parecían a una cuadra que olía a cuartel o a comisaría, distinguía de pie bajo la lamparilla, toda una población confusa, entremezclada por las sacudidas del rápido. Una muchedumbre sumida en pesadillas que retornaba a su miseria. Cabezotas rapadas que rodaban sobre la madera de las banquetas. Hombres, mujeres, niños todos se revolvían de derecha a izquierda, como atacados por todos esos ruidos, todas esas sacudidas que los amenazaba en su olvido. No habían encontrado la hospitalidad de un buen sueño. Y yo tenía la impresión de que habían perdido a medias la calidad humana, arrojados de un extremo a otro de Europa por las corrientes económicas, arrebatados a las casitas del norte, al minúsculo jardín, a las tres macetas de geranio que viera antaño en las ventanas de las casas de los mineros polacos. Sólo pudieron reunir los utensilios de cocina, las mantas y las cortinas en paquetes mal atados, estallando de hernias. Pero tuvieron que separarse de todo lo que acariciaron o hicieron grato, todo lo que habían logrado domesticar en cuatro o cinco años de residencia en Francia: el gato, el perro y el geranio, y sólo llevaban consigo esas baterías de cocina.

Un niño mamaba de una madre tan cansada que parecía adormecida. La vida se trasmitía en medio del absurdo y del desorden de ese viaje. Miré al padre. Un cráneo tosco y desnudo como una piedra. Un cuerpo doblado en el incómodo sueño, aprisionado en las ropas de trabajo hechas de bultos y concavidades. El hombre parecía un uñado de arcilla. Así, por la noche, restos de naufragio que perdieron su forma pesan sobre los bancos de las estaciones. Y yo reflexionaba:

“El problema no reside en esta miseria, en esta suciedad, ni en esta fealdad. Pero  ese hombre y esa mujer se conocieron cierto día. Y sin duda el hombre sonrió a la mujer. Sin duda le ha traído flores, después del trabajo.  Tímido y torpe, quizá temía ser rechazado. Pero la mujer por coquetería natural, la mujer, segura de su gracia, se complacía en inquietarlo. Y el otro, que hoy no es más que una máquina de cavar o golpear, sentía así en su corazón una deliciosa angustia. El misterio consiste en que se haya convertido en ese montón de arcilla. ¿ Por qué molde terrible ha pasado, marcado por él como una máquina de forjar? Un ciervo, una gacela, un animal, conservan su gracia al envejecer. ¿por qué esta hermosa pasta humana se ha arruinado?”

Y proseguí mi viaje entre ese pueblo de sueño turbio como una casa mal afamada. Flotaba un ruido vago, hecho de ronquidos sordos, de quejas oscuras, de quejas oscuras del raspar de zapatones de quienes, doloridos de un costado, probaban volverse sobre el otro…

Y siempre, en sordina, ese incesante acompañamiento de guijarros sacudidos por el mar.

Me senté frente a una pareja. Entre el hombre y la mujer, el niño, como pudo, se había hecho un hueco y dormía. Se dio vuelta durmiendo y su rostro se me apareció bajo la lamparilla. ¡Ah, qué rostro adorable! De esa pareja había nacido un fruto dorado.  ¡De esos toscos trapos había nacido ese triunfo de la gracia y el encanto! Me incliné sobre esa frente lisa, sobre ese dulce hociquito, y me dije: “Este es un rostro de músico, este es Mozart niño, ¡qué bella promesa de la vida! Los principitos de las leyendas en nada se diferenciaban de él. Protegido, cuidado, cultivado, ¿qué no podría llegar a ser? Cuando en los jardines nace por mutación una rosa nueva, todos los jardineros se conmueven. Se aísla la rosa, se la cultiva, se la favorece…Pero para los hombres no hay jardinero. Mozart niño será marcado como los demás por la máquina moldeadora. Mozart tendrá sus mayores alegrías de música corrompida en el hedor de los café-concert. Mozart está condenado…”

Volví a mi vagón. Me dije:

“Esta gente no sufre por su suerte. Lo que me atormenta no es la caridad. No se trata de conmoverse ante una llaga perpetuamente abierta. Los que la llevan ni la sienten. Quien está herido, lastimado, no es el individuo, sino quizá la especie humana. No creo en la piedad. Lo que esta noche me atormenta es el punto de vista del jardinero. Lo que me atormenta no es esta miseria en la que después de todo es tan fácil instalarse como en la pereza. Generaciones de orientales viven en la mugre y se complacen en ello. Lo que me atormenta no puede ser remediado por las sopas populares. Lo que me atormenta no son ni esas concavidades ni esos bultos, ni esa fealdad. Es que, en cada uno de esos hombres, hay algo de Mozart asesinado.”
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(1) El viaje de Saint Exupéry a Rusia tuvo lugar en abril y mayo de 1935, luego de su gira por el Mediterráneo en Conty y Prévot, donde dio una serie de conferencias, y antes de partir para el trágico raid París- Saigón por el simún. Saint-Exupéry llegó el 29 de abril a Moscú.
En las últimas páginas de Tierra de Hombres figuran recuerdos de ese viaje: Mozart asesinado. 
Cf. "Paris-Soir" del 3, 14,16,19,20 y 22 de mayo de 1935.

jueves, 15 de junio de 2017

UN CUENTO DE ANA MARÍA MANCEDA


EL ECLIPSE Y LOS VIENTOS. Ana María Manceda ( 1º Premio Internacional certamen “Huellas contemporáneas” CENTRO ESCRITORES NACIONALES. CÓRDOBA 2013)





     
     


  ¿Qué piensa Félix mientras observa la interminable pradera? Los sembradíos se doblan con la brisa y juegan a hacer olas en el inmenso y verde océano pampeano. El traqueteo del tren y su silbido por ahí lo molestan, es que él tiene una música interior, siempre la lleva consigo y ese ruido rompe la armonía.
           Félix se crió en un conventillo de Buenos Aires, de esos con patio en el centro, habitaciones alrededor, escalera, pasillos circulares y más habitaciones habitadas por distintas familias de inmigrantes.  Algunas flores en macetas de tres patas, una madreselva contra el muro del edificio vecino, voces extrañas, mezcladas, resultando un español espasmódico y nostálgico de mares. Pero los inundaba la realidad, el olor del río, su humedad, el resplandor rojizo de los atardeceres pampeanos y en el cielo nocturno la  constelación de la Cruz  del Sur indicando el hemisferio que los cobijaba.  Al lado de su pieza vivía un viejo violinista emigrado de algún país centroeuropeo, escapado de los  progroms. Cuando el músico volvía de su trabajo, luego de un leve descanso y frugal merienda ejecutaba con su violín  Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, sin importarle que la melodía se mezclara con la de los tangos y milongas que en el  patio escuchaban los otros inmigrantes. Todo confluía a hacer más cálida la confusión general. Y así por años. Félix había incorporado desde niño  las Cuatro estaciones a su cerebro y el ritual de observar los encuentros de los vecinos en el lugar común. Era único hijo de un obrero textil y una madre laboriosa que ayudaba a la economía familiar, haciendo algunos planchados para personas importantes del vecindario. Se crió a su manera feliz, solo una pequeña sombra acechaba su inteligencia, muy pequeña. Leía y releía un libro de Alejandro  Dumas que su padre había encontrado en el asiento del tren  “El Conde de Montecristo”. Estas lecturas, la escuela primaria aprobada con esfuerzo y el ritual de los vecinos,  fueron las raíces de su infancia. Llegando a la juventud ya tenía un porte agradable y sereno, eso sí, tenía una idea fija, él era un señorito. Según su fantasía el destino le había jugado una mala pasada al hacerlo vivir en ese vecindario pobre pero de alguna manera se haría justicia con él. En la adolescencia sintió profundamente la muerte del viejo músico, fue su primera pérdida real. Pasado los años ahí andaba, ya más maduro, deambulando por la zona, con su fino traje oscuro a rayas, planchado y re-planchado por su madre, camisa blanca,  pelo a la gomina, dejando a su paso una estela perfumada con colonia Atkinsons. Para los vecinos era una figura querida de esa geografía porteña.
          Los comerciantes y clientes de la tintorería, la verdulería y  la carnicería, al verlo pasar lo llamaban para conversar, les divertía su florido lenguaje y  entre comentarios suspicaces  querían lograr alguna confesión de sus amoríos en el burdel del barrio, pero no, solo escuchaban las anécdotas cotidianas  adornadas con algún sello de jerarquía que le atribuía a su persona. ¡Era bueno Félix! ¡Era divertido Félix! Pero algo le fallaba de golpe en su cerebro, venía bien, considerando bien  su acostumbrada verborragia y ¡Zas! Por ahí les salía con una frase o una palabra que los descolocaba. En la brillantez y entusiasmo de su charla, una sombra, como un eclipse repentino, desviaba la coherencia adornada para vagabundear por caminos incomprensibles.  Una tarde de lluvia, de esas que en Buenos Aires parece que el cielo de nubes violetas se desploma sobre la ciudad, Félix se cayó, quiso cruzar por un tablón puesto entre la calle y la vereda, ya que el agua corría como arroyo por la orilla del cordón cuneta.  Los vecinos  acudieron a su socorro  llevándolo de los brazos hacia el calor de la tintorería, allí lo secaron.   ─¡Pobre  Don  Félix! ¿Le duele algo? 
Ya repuesto, tomando un café caliente y en pose de conferencia responde.« No, no gracias, me duele un poco este brazo».
─ ¿Y como fue el accidente Don Félix?« No sé, venía caminando presuroso,  la cabeza gacha debido a la lluvia, subí por el  puentecillo de madera, perdí la equitatura, caí en el pozo y salí ileso».
 Risas generales, no entendían nada ¡Y lo de ileso! El pobre tenía un ojo morado, el brazo dolorido y la rodilla sangrante.
          Mientras  ocurrían  estas vidas en el barrio, también en el país se desarrollaban acontecimientos los cuales no eran nada buenos. En la última etapa del gobierno peronista, el enfrentamiento  entre los oficialistas y los opositores se hacía más violento, esto creó un clima ideal para que las Fuerzas Armadas quisieran provocar un “Golpe de Estado”, situación nada extraordinaria en la historia argentina y en junio de mil novecientos cincuenta y cinco trataron de derrotar al  líder lanzando  toneladas de bombas desde aviones de la Marina de Guerra contra la Casa Rosada y  Plaza de Mayo, con el triste resultado de trescientos muerto y cientos de heridos. El presidente no se encontraba  en su despacho, el golpe fracasó  pero destruyó a varias familias  con la muerte de sus seres queridos que en esos momentos cruzaban la zona sin sospechar la tragedia.
Entre esos muertos estaba el padre de Félix. Como a  Edmond Dantés, el héroe del Conde de Montecristo, el pobre hombre sintió que su vida fue azotada por un vendaval, la tragedia le arrebataba su  armónica existencia. Recorría el vecindario con  aspecto impecable pero su cuerpo delataba el agobio, eso sí, describía la familiar desgracia a cuanto vecino se le ocurriera preguntarle o insinuara solo  una curiosidad en su mirada, entonces su palabrerío parecía confundirse con cada microscópica gota de humedad para intercalarse en  todos los resquicios de ese mundo. Al año, su madre murió de tristeza y Félix quedó solo. Sus vecinos se preocupan por él, lo invitan a comer y en los momentos en que su verborragia se ahogaba en el silencio, ellos le contaban anécdotas y las vicisitudes políticas del país. Ya los militares habían podido realizar  “El Golpe de Estado”, cíclica pesadilla en la historia del siglo XX  de un país humillado.  Cuando escuchaba las historias sentía una enorme tristeza pensando en la muerte inocente de su padre, lo que sí lo entusiasmaba y hacía brillar su expresión era la anécdota sobre un músico que vivía en la Patagonia, en un valle de ensueño, que sacaba  todas las tardes de verano al parque, su piano , para ejecutar las Cuatro Estaciones de Vivaldi. Eso lo obsesionó, imaginaba las notas acariciando los bosques y las montañas y pedía de manera recurrente que le contaran la historia del músico. Un día les dijo a sus vecinos « No sé como hacer, pero me quiero ir de aquí, ya no es mi lugar, quiero vivir cerca del músico en ese pueblo de cuento». Insistía en su deseo pero no sabía como realizarlo. Si en algún momento pensó que el mejor camino era morirse, el deseo de escuchar su música preferida le dio esperanzas, él músico  patagónico era en su imaginación el  abate Faria, quién salvó la vida de Dantés al escuchar éste el sonido que el prisionero hacía para cavar y así poder escapar. Los vecinos se reunieron y tomaron una decisión, lo querían mucho, lo habían visto crecer, llegar a la madurez, sabían que a pesar de su ligera tara era un hombre bueno y comenzaron con los preparativos de arreglarle el viaje. El tintorero le regaló toda la ropa que los dueños habían abandonado, entre ellas un hermoso gamulán con piel en el cuello,  le compraron otras necesarias, su  indispensable colonia, algunos medicamentos, una valija, algo para comer y unos pesos para que pudiera sobrevivir hasta que encontrara un trabajo, cosa que le insistían en sus charlas, dándole consejos hasta el hartazgo, como queriendo sembrar en su mente dispersa, una semilla que él ignoraba que existía. Por supuesto le dieron el pasaje y todas las instrucciones, escritas en un cuaderno, para llegar a esas lejanas tierras donde el músico tocaba su melodía favorita.
           Y llegó el día, luego de meses de preparación Félix partía. Fueron a despedirlo el tintorero, el carnicero y el verdulero, felices de haber hecho una obra de bien con el pobre hombre desolado  que en su niñez y juventud les había brindado momentos tan divertidos. La estación lo deslumbró ¡Tanta gente para viajar, otros que arribaban!  De pronto, a pocos metros de ellos se armó un gran revuelo, un grupo de hombres bien vestidos aplaudían a otro que subía a un vagón posterior al de Félix. Como en un ensueño sintió que él era tan importante personaje ¡Adiós señor Interventor! ¡Éxito en su gobierno! ¡Adiós!  Los amigos de Félix murmuraban, otro acomodado de los milicos que va a gobernar algún pueblo del Territorio Nacional. Por fin subió y acomodó sus valijas, se asomó a la ventanilla, sus dos brazos en alto, se despedía de tan buena gente, éstos sacaron sus pañuelos y gritaban el adiós. Cuando el tren arrancó y las manos de Félix saludaban e iban desapareciendo, los vecinos sintieron el vacío, con los ojos húmedos de tristeza tenían la convicción que nunca más lo verían.
          El paisaje va cambiando al caer la noche, los campos son áridos y comienza a soplar un fuerte viento. En el horizonte la luna llena comienza a aparecer y ocupa con su inmensidad y brillo todos los pensamientos del hombre, siente frío, se acurruca tapado por el hermoso abrigo y mira. No sabe de pasado ni de futuro, solo obsesiones, él es un hombre importante, va en busca de la música que lo deleita. Sin saber por qué siente una profunda tristeza, un páramo en el alma. Es de noche, la luna se está cubriendo por una sombra amenazante, el polvo de tierra levantado por el viento dificulta la visión de algunas mesetas que  parecen fantasmas planos en la lejanía.
           A la madrugada el tren para, se arma un alboroto en  la pequeña estación, los pasajeros se despiertan y espían por las ventanillas ¿Qué sucede?  Aún es de noche, bajan a un hombre en una camilla, lo tapan con una manta, el frío es atroz. ¡Pero si es el Interventor de los milicos! Descubre un pasajero. Luego se enteran, sufrió un ataque cardíaco ¡ Má que pobre tipo!   Si era un acomodado de los golpistas. Amanece muy tarde, a de las nueve de la mañana ya van veinticuatro horas de viaje, a eso de las tres de la tarde arribarán a la última estación. En el trayecto han ido bajando muchos pasajeros en  esos pequeños pueblos perdidos de la Patagonia. Quedan pocos para bajar en la estación final, entre ellos está Félix.
          ¡Por fin! El silbido del tren ensordece, el vapor quiere congelarse en la atmósfera otoñal. Llegan a destino. Don Félix ya preparado, con su valija, bolso, puesto el elegante abrigo, recién peinado y perfumado con su colonia Atkinsons comienza a descender. Su figura se ve imponente, su pelo entrecano brilla y su mirada, ligera, perdida, observa al grupo de gente que está en el andén. Estallan el clarinete y los timbales en una marcha militar a modo de bienvenida. Aplausos.      
  ─ ¡Bienvenido señor Interventor!  ¡Bienvenido!
 Se ve arrastrado por la muchedumbre hacia un antiguo coche, lo suben. Se sienta atrás acompañado por dos vecinos solícitos, se presentan como el gerente de la sucursal bancaria y el presidente de una sociedad de beneficencia, maneja el comisario, a su lado el cura del pueblo.
─ Tome, sírvase un café caliente, hace tanto frío a pesar de estar en otoño y tenemos tres horas de viaje.
 El gerente guarda el termo de café en una caja y saca una botella de coñac y copas.
─ Brindemos por el señor Interventor ¡Salud! ¡¿Y cómo andan las cosas por la Capital?
 «Muy bien, muy bien» Contesta Félix aturdido.
En el trayecto se ve zonas de mallines donde pasta el ganado, algunos pájaros viajan acomodados en los lomos de los animales, los cerros tapizados de bosques y el sol adornando el paisaje de picos congelados. Colorido, belleza. A las dos horas de viaje la comitiva comienza a sentir el cansancio, ese traqueteo del coche por las rutas de ripio, con tramos desparejos y peligrosos, además ¡Hablaron tanto! Los problemas del pueblo, de sus ochocientos habitantes, de la falta de comunicaciones, la radio que se escucha es chilena, sin teléfono, de la calefacción a leña, que las nevadas  pronto los dejará aislados.
─ Usted va a vivir en una casa antigua pero sólida señor Interventor.
«Por favor, llámenme Don Félix, con eso es suficiente»
─ ¡ Ah Don Félix!  ¡Qué tipo sencillo!
 A poco de llegar al pueblo pasan por un sendero cercano a la casa del  músico, éste estaba tocando el piano en el parque, muy abrigado, poseído por la ejecución de su melodía. El señor interventor hace parar el coche_ ¡Ah quiere escuchar a Don Faria! Ya el loco va a tener que tocar adentro de la casa, no aguantará el frío.
Félix está conmocionado, baja del coche y queda estático, siente correr lágrimas por su cara ¡Las Cuatro Estaciones de Vivaldi resonando entre el valle y los cerros! Su búsqueda había terminado! Él sabía que sería un hombre importante, el Conde de Montecristo comenzaba su venganza. Luego de un rato ordenó que sigan el viaje. Los acompañantes creyeron que su emoción era en realidad producto del frío del atardecer. Él, como un señor, que lo era, exultante, apabulló a la comitiva con su verborragia porteña, contando anécdotas reales e imaginarias. Se le mezclaban los tiempos y las geografías, pero acomodaba, enlazaba con alguna palabra los entuertos de su palabrerío. Lo escuchaban extasiados, este sí era un hombre de mundo. Había una pequeña incertidumbre que le preocupaba a Félix ¿Tendría burdel este pueblo? Llegaron. Al entrar a la casa le abrió la puerta una mujer con aspecto indígena, cara bondadosa y trato amable, ella sería quién lo atendería. Se volvió a los señores, agradeció la bienvenida y entró solemne a lo que creyó era un palacio. No sentía temor, él era el Interventor y para cualquier duda acudiría a su libro ¡Ahí estarían todas las repuestas!

jueves, 8 de junio de 2017

UN POEMA DE BEATRIZ BEVAGNA

EL ALMA MIA




Yo pongo el alma mía donde quiero.
Donde los pájaros que anidan en las nubes,
O en los bosques fecundos de los cerros.
Donde el sol bendice los sembrados,
O los devasta y condena con sus rayos.
Allí pongo mi alma,
Donde quiero.
Donde rompen las olas
y se estremece el suelo.
Donde el volcán salvaje,
estalla con lava y estruendo.
Allí pongo mi alma,
Donde quiero.
No trates de atraparla amado mío.
Porque mi alma es libre.
Sino, muero.
Libre como el rayo y como el trueno.
Y es también la lluvia que moja los inviernos.
Libre como nieve inmaculada que,
Sorprende a la noche en su silencio.
Y viste al bosque dormido con su magia.
Allí pongo mi alma,
Donde quiero.
Y no trates de aquietarla amado mío.
Porque mi alma es libre.


Como el viento.
Y es la tormenta de arena en el desierto.
Libre como los ríos y cascadas,
Que se vierten besando la montaña.
Soy el agua helada que corre y se derrama
Cortejando al lago insondable, de esmeralda.
Esa soy yo,
Y esa es mi alma.
Nunca jamás la detengas amor mío.
Aunque se muestre mansa como estanque.
Porque es indomable...Temeraria como fuego.
Ya no me preguntes más por qué me alejo.
O en qué rincón fugaz desaparezco.
Sí.Huyo con mi alma y con mis sueños.
Porque la vida y la espuma,
Duran solo un momento.
Y es que yo busco el infinito ¿sabes?
Porque quiero estar con Dios.
O en los infiernos.



lunes, 3 de abril de 2017

HAIKUS para Villa Vega




Maricarmen Delgado , escritora radicada en San Martín de los Andes, ha volcado sus vivencias con relación al paisaje de su entorno, en este   libro que ella misma  ilustró, encuadernó y presentó en oportunidad de la Feria del libro local , el año pasado. La primera edición de cien ejemplares se agotó y por estos días también la segunda edición de igual número. Es un exquisito libro objeto que Maricarmen, quien también es aficionada a las artes plásticas, ilustró con motivos acordes al género poético que, como es sabido, tiene origen en la cultura japonesa.  





Transcribo   lo que dice la autora   en un fragmento de la Nota Preliminar que acompaña el libro:



"Así son mis Haikus: pequeñas criaturas que me han sorprendido, plasmando en mí la belleza del lugar en que habito; fugaces momentos llenos de emoción; 
luces y sombras del paisajeque me rodea
 y que alienta cotidianamente mi vida."


Dice, en un pasaje  el Pròlogo, la periodista y escritora Graciela Vàzquez Moure:

El haiku logra detener un momento de la vida.
Tres lìneas, 17 sìlabas, la palabra profundiza la imagen y esa poesìa nos devuelve sensaciones, emociones, pero sobre todo, belleza.  
Borges decìa que ese momento se salva para siempre si el poema es feliz.
Podrìamos decir que los momentos que Maricarmen Delgado provoca con sus haikus, logran ese objetivo porque en ellos descubrimos no solo la belleza de la poesìa tipicamente japonesa , sino ademàs la naturaleza de San Martìn de los Andes, màs precisamente de la Vega Plana.
Tres lìneas, 17 sìlabas que en cada haiku de este libro eternizan un momento.




La tierra escucha...                Brilla el lucero.                          Melancolía...
un manto inaudible                Está aclarando el día,               Y una hoja que cae
que la despierta.                    la Vega despierta.                     sobre la tarde.