(Estrofasfinales de este poema de Miguel A. Camino)
Se murió mi mujer, y de pena,
quise dir con ella,
y cuano en mi cuerpo
ya iba a hundir la daga,
un hondo chistido
se prendió e`mi brazo,
y sentí que mi sangre se helaba.
Parecía que Dios me dijera:
condenao te has de ver si te matas.
Después de esa noche, son muchos los años
que llevo pasados en medio ‘esta pampa,
y ella ha sido siempre la fiel compañera,
que al tiro me chista
cada vez que trenzo
ideas bagualas.
Es como si juera…mi propia concencia,
Y hay que rispetarla.
La lechuza, creéme muchacho,
es como esas pobres mujercitas buenas
que pasan la vida yenándose d’ hijos;
sin gozar de nada.
Y se van muriendo, llenas de tristeza,
solitas y flacas.
Sobre el autor escribe Fernán Félix de Amador, también poeta de esta región, en el libro del cincuentenario
de San Martín de los Andes ( Neuquén),
“Miguel Angel Camino ha sido el precursor . Cantó espontáneamente y sin que nadie se lo pidiera la emotividad cordillerana, para que el amor de la tierra recién conquistada no se malograra y quedara consagrada en el verso, como un homenaje verdadero.
Yo tuve el gusto de conocerle personalmente, pocos años antes de morir. Cuando supo donde vivía, el encuentro se hizo cordial, como si fuéramos viejos amigos. Y el dilecto recuerdo que guardaba por este pueblo me impresionó hondamente.
Es por ello que me resulta muy grato comentar su vida al pie del nevado Chapelco y frente a las abruptas laderas que custodian el valle aledaño.
Allí escribió la mayor parte de sus libros y vivió la existencia sencilla, comarcana, junto al tortuoso camino zigzagueante po donde cruzaban las áreas de mulas con víveres para la naciente población y las tropas de carretas detenían su lento andar , después de la larga travesía del desierto.”
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