martes, 14 de febrero de 2012

POEMAS DE AMOR

Vergüenza

 
Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa

como la hierba a que bajó el rocío,

y desconocerán mi faz gloriosa

las altas cañas cuando baje al río.



Tengo vergüenza de mi boca triste

de mi voz rota y mis rodillas rudas;

ahora que me miraste y que viniste,

me encontré pobre y me palpé desnuda.



Ninguna piedra en el camino hallaste

más desnuda de luz la alborada

que esta mujer a la que levantaste,

porque oíste su canto, la mirada.

 

Yo callaré para que no conozcan

mi dicha los que pasan por el llano,

en el fulgor que da a mi frente tosca

y en la tremolación que hay en mi mano...



Es noche y baja a la hierba el rocío;

mírame largo y habla con ternura,

¡que ya mañana al descender al río

la que besaste llevará hermosura!



Gabriela Mistral (1889-1957)






Soñé que tú me llevabas



por una blanca vereda,


en medio del campo verde,


hacia el azul de las sierras,


hacia los montes azules,


una mañana serena.




Sentí tu mano en la mía,


tu mano de compañera,


tu voz de niña en mi oído


como una campana nueva,


como una campana virgen


de un alba de primavera.


¡Eran tu voz y tu mano,


en sueños, tan verdaderas!...


Vive, esperanza ¡quién sabe


lo que se traga la tierra!






Antonio Machado (1875-1839)

 
Árbol de mi alma (Fragmento)



Como un ave que cruza el aire claro,

siento hacia mi venir tu pensamiento

y acá en mi corazón hacer su nido.

Ábrase el alma en flor; tiemblan sus ramas

como los labios frescos de un mancebo

en su primer abrazo a la hermosura;

cuchichean las hojas; tal parecen

lenguaraces obreras y envidiosas,

a la doncella de casa rica

en preparar el tálamo ocupadas.

Ancho es mi corazón, y es todo tuyo.

Todo lo triste cabe en él, y todo

cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere!

De hojas secas, y polvo, derruidas

ramas; lo limpio; bruño con cuidado

cada hoja, y en los tallos; de las flores

los gusanos y el pétalo comido

separo; creo el césped en contorno

y a recibirte, oh pájaro sin mancha,

apresto el corazón enajenado!


José Martí (1853-1895)

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