Como si fuera de un llanto
entre rocas milenarias,
brotan varios lagrimones
de cristalina pureza.
Se juntan en la pendiente
Como si ese llanto fuera,
causa de un mismo dolor.
Y los cerros colorados
como enormes fantasmas,
en silencio
observan como esas lágrimas
forman un canto a la vida
en tu arroyo Chipauquil.
Y corriendo entre maciegas
esquivándole a los mimbres
que lo quieren retener,
con grotescos ademanes
se dispara entre pedreros,
entonando mil canciones
que sólo el ruido del viento
hace dislocar sus notas
para frenar su carrera,
en un tranquilo remanso
que le ofrece Macachín.
Y allí se abren sus brazos
en Canales de esperanza
para alimentar la savia
de tus sembrados Chanquín.
Y en un andar más tranquilo
entre frondosas riberas,
de gigantescos sauzales
llega por fin a Valcheta
a bendecir los hogares
para rociar los jardines,
para regar los parrales
que harán de su fruto el vino
ese que inspira en el hombre
una plegaria o un canto
y luego mansamente,
como una despedida
se aleja en suave murmullo
porque sabe que le espera
la ardiente sal del Gualicho.
Pero algún día las hombres
lo atajarán en un dique
Y el valle que está dormido,
se hará un coro bullicioso
de un nuevo canto a la vida.
Rubén Lucero
Valcheta
Río negro
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