miércoles, 25 de mayo de 2011

Federico García Lorca, "Los encuentros de un caracol aventurero"

Hay dulzura infantil                                                                         

en la mañana quieta.

Los árboles extienden

sus brazos a la tierra.

Un vaho tembloroso

cubre las sementeras,

y las arañas tienden

sus caminos de seda

-rayas al cristal limpio

del aire-.

En la alameda

un manantial recita

su canto entre las hierbas.                                                             

Y el caracol, pacífico

burgués de la vereda,

ignorado y humilde,

el paisaje contempla.

La divina quietud

de la Naturaleza

le dio valor y fe,

y olvidando las penas

de su hogar, deseó

ver el fin de la senda.


Echó a andar e internose

en un bosque de yedras

y de ortigas. En medio

había dos ranas viejas

que tomaban el sol,

aburridas y enfermas.



"Esos cantos modernos

-murmuraba una de ellas-

son inútiles". "Todos,

amiga -le contesta

la otra rana, que estaba

herida y casi ciega-.

Cuando joven creía

que si al fin Dios oyera

nuestro canto, tendría

compasión. Y mi ciencia,

pues ya he vivido mucho,

hace que no lo crea.

Yo ya no canto más..."

                                                               (De "Libro de Poemas" 1921)


Lo transcripto es un fragmento, poesía fechada por el autor en Granada en 1.918

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