“Los Enemigos de Dios”
Autor: RonyFer
Entrega III
Tres días después, un grupo de la resistencia encabezada por un anciano, de sandalias y su arma al hombro encontraba a aquellos niños extenuados, aún bajo estado de somnolencia, derrotados, sin fuerza, la mirada sin mirar, las manos
ensangrentadas de tanto cavar aquellas interminables tumbas vacías aún, bajo el sol candente y aquel pestilente olor de la carroña.
Sin menguar palabra alguna les ayudaron entonces a enterrar a todos los muertos, luego de colocar los cuerpos en las fosas, a falta de féretros en sentido perpendicular a
Luego de la última plegaria, sumidos todos por un eterno silencio, el anciano tomó del brazo a Karima, que había sido separada a prudente distancia mientras les invitaba a ambos seguirlos.
Se perdieron todos entonces entre la bruma de las arenas del desierto, sin rumbo fijo, la noche que pronto caería y el destino como guías.
Ya en aquella improvisada base de la resistencia, una anciana acicalaba el cabello de Karima, con gesto maternal le besaba las manos y la frente, ella entre sollozos, con la mirada perdida, temblorosa y asustada, abrigada en los brazos de la anciana logró apenas musitar:
“Cuando yo sea grande, seré una «Moujahida», una combatiente de Alá”
De niños se convirtieron en adultos en un amanecer cualquiera cuando se perdió la inocencia, aún en la edad de la adolescencia ahora deambulando por días y noches enteras, a veces bajo el sol arrasador del desierto, otras en aquellas frías noches y otras más, tratando de protegerse de aquellas interminables tormentas de arena, durante dos años, nómadas sin tierra en la propia tierra, por las noches cobijados bajo las estrellas y siempre huyendo de los constantes enfrentamientos en aquel país ahora ocupado y bajo el espectro de la guerra civil.
Hamza, mientras tanto, se había vuelto todo un envidiable y bravo combatiente, ante al asombro de sus compañeros era todo un experto en la manipulación de aquella vieja Kalashnikov y en la preparación de bombas artesanales caza-bobos. Le llamaban “Tiro certero” por la precisión con la que alcanzaba con su arma sus objetivos.
En sus prácticas de tiro utilizaba siempre aquellos señuelos con la gorra de los Yanqui’s. De aquel mocete carismático no quedaba nada, ahora se notaba más frío, más taciturno, más calculador, desde aquella trágica tarde, nunca más volvió a sonreír.
Cierta tarde, los vigías pudieron observar una columna que a pie, debido a lo escabroso del terreno, se aproximaban peligrosamente a la aldea de la resistencia, luego de preparar una emboscada contra el enemigo, desde su escondite divisaron aquella patrulla de siete marines haciéndose guiar a varios metros en la vanguardia por cinco soldados del ejército regular iraquí, a quienes los extranjeros seguían a prudente distancia, ya los esperaban, cuando entraron a aquella hondonada, pequeño cañón formado entre aquellos interminables montículos de enormes rocas, primero dejaron pasar los efectivos iraquíes, luego los cercaron con un alud de piedras y ya aislados, empezaron el ataque contra los Marines, quienes, víctimas del efecto sorpresa del ataque, nerviosos, con sus armas apuntaban y disparaban hacia arriba, sin dirección, sin objetivo visible. ( Cotinuará)
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