sábado, 21 de abril de 2012

ANATOLE FRANCE

"EL CRISTO DEL OCÉANO"
                                                                     

                                                        Escena de la película homónima.

Pierre era un chico retrasado, y como no tenía suficiente inteligencia para ganarse la vida, le daban pan por caridad; era apreciado por todos porque no hacía daño a nadie. Pero tenía una conversación sin mucha lógica, que nadie escuchaba. Sin embargo, el padre Truphème, que no dejaba de meditar en el misterio del Cristo del océano, se impresionó por lo que el pobre insensato acababa de decir. Fue con el pertiguero y dos fabriqueros al lugar en el que el chico decía haber visto una cruz y encontró dos planchas con clavos, que el mar había golpeado de acá para allá mucho tiempo y que verdaderamente, formaban una cruz.



Eran restos de un antiguo naufragio. Se veían aún sobre una de aquellas planchas dos letras pintadas en negro, una J y una L, y nadie podía dudar de que no fuera un trozo de la barca de Jean Lenoël, que cinco años antes había perecido en el mar, junto a su hijo Désiré. Al ver las planchas el pertiguero y los fabriqueros comenzaron a reírse del inocente que tomaba los tablones rotos de un barco por la cruz de Jesucristo. Pero el párroco interrumpió sus burlas. Había meditado mucho, había orado mucho desde que el Cristo del océano había llegado junto a los pescadores, y empezaba a comprender el misterio de la caridad infinita. Se arrodilló sobre la arena de la playa, recitó la oración por los fieles difuntos, y luego ordenó al pertiguero y a los fabriqueros que llevaran sobre sus hombros aquel despojo y lo depositaran en la iglesia. Cuando estuvo hecho, levantó el Cristo de encima del altar, lo colocó sobre los tablones de la barca e incluso él mismo lo clavó en ellos, con los clavos que el mar había corroído.



Por orden suya, aquella cruz ocupó a partir del día siguiente el lugar que ocupaba la cruz de oro y pedrerías, por encima del poyo. El Cristo del océano no se desclavó nunca más. Quiso permanecer sobre aquella madera en la que unos hombres habían muerto invocando su nombre y el de su Madre. Y allí, entreabriendo su boca augusta y dolorosa, parece decir: «Mi cruz está hecha de todos los sufrimientos de los hombres, pues yo soy realmente el Dios de los pobres y de los desdichados».

FIN

1 comentario:

  1. Me atrapo tu relato... y es que de historias asi se forja la conciencia humana.

    Saludos almendrados ;)

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