Tiempo de Partir
Fragmento final
-Noche, las nueve, las nueve y cuarto, las estrellas
brillantes, la luna redonda, las luces rosadas de las ventanas, los cometas de
fuego en las chimeneas que suspiran calor. Bajo las chimeneas, ruido de
marmitas y sartenes y cubiertos, fuego en el hogar, como un enorme gato de
color anaranjado. En la cocina, el horno de hierro llameante, ollas que
hierven, burbujean, fríen, vapores y humos en el aire. De vez en cuando, la
anciana se volvía y escuchaba con los ojos y la boca, el mundo fuera de casa,
fuera del fuego y la comida.
Las nueve y media, allá lejos un ruido sólido,
entrecortado.
La anciana se enderezó y dejó la cuchara.
Afuera, otra vez, los golpes secos, sólidos a la luz
de la luna. El ruido continuó durante tres o cuatro minutos, y la vieja se movió
apenas, apretando los labios o los puños con cada golpe. Luego, la mujer se
lanzó al fogón, a la mesa, revolviendo, vertiendo, levantando, llevando,
ordenando.
En seguida se oyeron otros ruidos en la oscuridad, más
allá de las ventanas. Un rumor de pasos lentos en el sendero, zapatos pesados
en el porche.
La vieja se acercó a la puerta y esperó el llamado.
No se oyó nada.
La vieja esperó un minuto. Afuera en el porche un
bulto se sacudía y se movía de un lado al otro, tímidamente.
Al fin la vieja suspiró y le gritó a la puerta.
-Will, ¿eres tú quien respira ahí?
Ninguna respuesta. Un silencio tímido en el porche. La
mujer abrió bruscamente la puerta.
El viejo estaba allí, con un increíble haz de leña en
los brazos. La voz llegó desde detrás de la leña:
-Vi humo en la chimenea; pensé que quizá necesitarías
leña.
La vieja se hizo a un lado. El viejo entró y puso la
leña junto al hogar, sin mirar a su mujer.
La vieja fue al porche y recogió la valija y entró y
cerró la puerta.
Vio que él se había sentado a la mesa.
Revolvió la sopa que hervía en la cocina.
-¿El asado está en el horno?- preguntó el viejo
serenamente.
La mujer abrió la puerta del horno. El vapor flotó en
el cuarto envolviendo al viejo. El viejo cerró los ojos.
-¿Qué es ese otro olor?- preguntó un momento después.
- ¿El olor a quemado?
La mujer esperó un momento, de espaldas, y dijo:
-National
Geographics.
El viejo asintió lentamente, sin decir nada.
Luego la comida apareció sobre la mesa, caliente y
trémula. Luego de un momento de silencio la vieja se sentó y miró a su marido,
sacudió la cabeza, miró otra vez, y sacudió de nuevo la cabeza.
-¿Quieres pedir tú la bendición?- dijo.
-Tú- dijo el viejo.
Sentados en la habitación cálida junto al fuego
brillante, inclinaron las cabezas y cerraron los ojos. La mujer sonrió y
comenzó:
-Gracias, Señor...
...................................................................................Autor: Ray Bradbury
Que fuerza tiene este texto, imagens contundentes que situan de inmediato en esa atmosfera pasada y rural.
ResponderEliminarBesos almendrados ;)