domingo, 15 de abril de 2012

"El Cristo del océano"

Un cuento de Anatole France

                                                              Primera parte


Aquel año, muchos de los habitantes de Saint-Valery que habían salido a pescar, murieron ahogados en el mar. Se hallaron sus cuerpos arrojados por las olas a la playa junto a los despojos de sus barcas y, durante nueve días, por la ruta empinada que conduce a la iglesia, se vieron pasar los ataúdes transportados por los suyos y seguidos por las viudas llorosas, cubiertas con manto negro, como las mujeres de la Biblia. El patrón Jean Lenoël y su hijo Désiré fueron así colocados en la nave central, bajo la bóveda en la que ellos mismos habían colgado tiempo atrás, como ofrenda a Nuestra Señora, un barco con todos sus aparejos. Eran hombres justos y que temían a Dios. Y el señor Guillaume Truphème, párroco de Saint-Valery, después de haberles dado la absolución, dijo con una voz regada por las lágrimas:

-Jamás fueron sepultados en tierra sagrada, para esperar ahí el juicio de Dios, personas más honestas y mejores cristianos que Jean Lenoël y su hijo Désiré.

Y mientras las barcas con sus patrones perecían cerca de la costa, los grandes navíos naufragaban en alta mar, y no había día que el océano no devolviera algún despojo. Y sucedió que una mañana, unos chicos que trasladaban una barca vieron una figura flotando sobre el mar. Era la de Jesucristo, a tamaño natural, esculpida en madera resistente y si barnizar, que parecía una obra antigua. El buen Dios flotaba sobre el agua con los brazos extendidos. Los chicos lo sacaron a la orilla y lo llevaron a Saint-Valery. Tenía la frente ceñida por una corona de espinas; sus pies y sus manos estaban taladrados. Pero faltaban los clavos lo mismo que la cruz. Con los brazos aún abiertos para ofrecerse y bendecir, aparecía tal como lo habían visto José de Aritmatea y las santas mujeres en el momento de darle sepultura. Los chicos se lo entregaron al párroco Truphème que les dijo:

-Esta imagen del Salvador es una escultura antigua y el que la hizo debe estar muerto desde hace mucho tiempo. Aunque los vendedores de Amiens y de París venden en la actualidad por cien francos e incluso más, estatuas admirables, hay que reconocer que los artistas de antaño tenían también su mérito. Pero a mí me alegra sobre todo la idea de que si Jesucristo ha venido así, con los brazos abiertos a Saint-Valery, es para bendecir su parroquia tan cruelmente golpeada y para anunciar que Él tiene piedad de las pobres personas que van a la pesca poniendo en peligro sus vidas. Es el Dios que caminaba sobre los aguas y bendecía las redes de Cefas.


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Hasta aquí un fragmento de este cuento y en próxima entrada su continuación.
Quiero comentar que hace pocos días he visto una película, doblada al español, que con el mismo título "El Cristo del Océano" recrea esta historia narrada por el célebre escritor francés. En la película tiene más peso, que en el relato, el personaje del niño, que en vano espera el regreso de un amigo pescador, seguramente muerto en esa tormenta en alta mar y espera a su madre que por trabajo se ha ausentado a una ciudad lejana. En la pelicula es este niño quien un día ve algo flotando que se acerca a la costa y  cuando por fin las olas terminan depositando el objeto en la playa, comprueba que es una imagen de cristo sin la cruz de madera.- Me pareció una excelente película, sin violencias, sin  golpes bajos, y que sí apela mucho a los sentimientos.- 

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